El 8 de Diciembre de 1991, los líderes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, mediante el «Acuerdo de Bialowieza» declararon el fin de la existencia de la URSS y proclamaron la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

En una entrevista realizada por la agencia de prensa rusa Ria Novosti, analistas políticos de ese país coinciden en señalar que la URSS era una «máquina poderosa» cuya desintegración pudo haberse evitado,

Los expertos señalaron además que hasta el momento, exceptuando Rusia, ninguna de las otras 14 ex-repúblicas soviéticas que conforman la CEI (Comunidad de Estados Independientes) alcanzó su nivel de desarrollo que tenían antes de 1990, aunque remarcaron el hecho de que éstas están en disposición de buscar nuevas asociaciones.

En el análisis, se refuerza la idea de que el «colapso» de la URSS vino a tomar una base definida con la llegada de Mijail Gorbachov a la presidencia del país en 1985, y la conformación de su equipo de gobierno. Políticas de reformas aperturistas ideológicamente esbozadas en los programas de la Perestroika y la Glasnot fueron el detonante para fulminar el Estado Socialista.

Hacia 1990, todas las repúblicas de la Unión adoptaron declaraciones de soberanía estatal. ello estaba condicionado por el auge del concepto nacionalista que se diseminó en todas las regiones, y que por supuesto, era contrario a la voluntad estructural de la Unión Soviética como espacio común en base a la «hermandad y la solidaridad» entre 15 naciones que conformaban ese Estado, que por cierto, su Constitución reflejó desde un principio la voluntariedad de la Unión.

Ria Novosti refleja en su artículo que «para detener el colapso, el 17 de Marzo de 1991 se celebró un referéndum sobre la preservación de la URSS. dando como resultado que el 76,4% de los que participaron en la votación votaron a favor».

Ello dió pié a que el gobierno soviético se planteara la elaboración de un proyecto para concluir un nuevo tratado de federación, anunlando la referencia al socialismo, y en su lugar declarar el nuevo Estado como «La Unión de Repúblicas Soberanas Soviéticas», una clara evidencia de la voluntad revisionista del gobierno de Gorbachov, y cuya firma estaba prevista para el 20 de Agosto de 1991.

Sin embargo, el fallido intento de golpe de Estado, llevado a cabo entre el 19 y 21 de Agosto de 1991, liderado por el sector ideológico más ortodoxo del PCUS,que decretó el «Estado de Emergencia», dado que vislumbró en el proyecto de reformas una clara destrucción de la URSS tal y como se había conocido, provocó un evidente debilitamiento de las fuerzas del Estado frente a la corriente destructiva y oportunista encabezada por Boris Yeltsin y respaldada por los nacionalistas rusos, los llamados «Chicago Boys».

El 8 de Diciembre de 1991, los líderes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, mediante el «Acuerdo de Bialowieza» declararon el fin de la existencia de la URSS y proclamaron la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Mijail Gorbachov, en calidad de presidente de la Unión Soviética, y teniendo bajo su mando todos los poderes del Estado prácticamente nó hizo oposición a aquel hecho, y el 25 de diciembre de 1991 en trasmisión televisiva, renunció a su cargo mediante un discurso a toda la nación, consolidando así el golpe contra la primera experiencia socialista de la historia de la humanidad.

Según el politólogo, Alexéi Martinov, el tiempo transcurrido desde la desintegración de la URSS es suficiente para resumir «los resultados, que, por una parte, indican que ninguna de las ex-repúblicas soviéticas y ninguno de los estados pos-tsoviéticos ha alcanzado el nivel de desarrollo de 1990, ni en la economía ni en otras áreas del desarrollo estatal».

«Está claro que Rusia, además de la columna vertebral principal, naturalmente, se siente bastante bien, aunque, por supuesto, el colapso de la Unión Soviética también ralentizó su desarrollo. Pero en cuanto a las otras 14 repúblicas soviéticas, ninguna ha alcanzado el nivel que tenía en 1990, este es principalmente el nivel económico», enfatizó el experto.

Hay que señalar, dado lo planteado por Martinov, que después del colapso de la Unión, solo un grupo muy reducido de élites (oligarquía) nacionales se siente bien con este evento histórico, pero si hablamos del nivel de vida de la gente, de la decepción de los ciudadanos de estos nuevos estados en su proclamada «independencia», entonces, casi en todas partes lamentan el colapso del gran país soviético.

«Por supuesto, el Estado debe cambiar de acuerdo con los desafíos que nos presenta la modernidad, pero no es absolutamente necesario destruir al Estado para eso», remarcó el especialista ruso.

Por su parte, en declaraciones a la prensa, el investigador principal del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia Presidencial de Economía Nacional y Administración Pública de Rusia, Sergei Bespalov, cree que a mediados de la década de 1980 hubo una oportunidad para evitar el colapso de la URSS, ello a pesar de que cuando Gorbachov llegó al poder en 1985, la Unión Soviética ya se encontraba en un estado de crisis económica.

«Sin embargo, la desintegración del Estado podría haberse evitado por completo, para ello, en primer lugar, no era necesario combinar reformas económicas radicales y políticas radicales, no era necesario llevarlas a cabo simultáneamente, y sin mencionar el hecho de que en el transcurso de la reforma económica y las estructuras estatales cometieron demasiados errores», destacó Serguéi Bespalov

Para el investigador ruso, «los procesos irreversibles comenzaron a ocurrir aproximadamente desde 1989, desde el momento de las elecciones libres, desde el momento de la «legalización esencialmente» de los movimientos nacionalistas en las ex repúblicas soviéticas. «Creo que, especialmente en 1990, cuando comenzó este llamado desfile de soberanías, probablemente era imposible mantener al estado en su forma anterior», puntualizó Bespalov.

En la entrevista, Serguéi Bespalov reflejó una forma posible para conservar el estado estableciendo que «aunque se puede suponer que incluso en 1989-90, si el liderazgo soviético, junto con los líderes de las repúblicas clave, se dieran cuenta de la gravedad de la situación, los desafíos que enfrenta el estado y tomarían algún tipo de acciones conjuntas adecuadas, entonces, aunque no del todo La Unión Soviética, pero al menos su núcleo probablemente era posible de preservar».

Alexéi Martinov piensa que es momento de hablar sobre la posibilidad de una nueva asociación, «esto es por lo que debemos luchar», indicó el analista ruso, resaltando que «habrá menos barreras y vallas en el espacio euroasiático, pero habrá cada vez más seguridad y ese desarrollo sostenible, el desarrollo sostenible es un coeficiente de vida progresivo, regular, creciente, desarrollo económico, etc.».

«Hoy absolutamente todo el mundo está interesado en el tema de las asociaciones. En un sentido literal, todo el mundo está hablando de esto«…«hay muchos matices asociados a la organización de este espacio, pero como vemos, se está desarrollando activamente en varios formatos, repetimos una vez más: Unión Aduanera, Unión Euroasiática, e incluso la gran ruta de la seda, promovida por China, argumentó Martynov sobre un futuro unificado en el espacio de la CEI.

Según los analistas rusos, las perspectivas de restauración de la URSS o la creación de una nueva entidad política dentro de las fronteras que se asemeje a la ex Unión Soviética es una cuestión muy compleja y hay que sobrepasar algunas barreras, por ejemplo, las élites oligárquicas de los nuevos estados independientes pensaban en aquel entonces (1990-1991) principalmente en garantizar soberanía e independencia, y hoy estas tendencias persisten y solo empeoran en varios casos.

Indican los expertos que este fenómeno «fue apoyado por las correspondientes pautas ideológicas, que fueron implantadas por sus autoridades en casi todos los estados de reciente independencia. Y, en general, la ideología y la nueva identidad nacional formada con la participación de estas autoridades».

Muchos estados post-soviéticos diseñaron una política claramente antirrusa, ya que la independencia para las élites políticas de los países de la CEI significaba, en primer lugar, la independencia de Rusia, remarcaron los analistas y agregaron que, «por supuesto, estas tendencias y sentimientos fueron alimentados por Occidente«.

«La cuestión del papel de Occidente en el colapso de la URSS es, por supuesto, un tema especial. Este papel fue importante, pero el papel clave lo jugaron, por supuesto, factores internos, pero por todo eso, repito, después de que tuvo lugar el colapso de la URSS, Occidente hizo y sigue haciendo todo. Es posible que estos procesos se vuelvan irreversibles. Pero el papel clave lo jugaron los procesos internos, los intereses internos”, Alexéi Martinov.

Bespalov, entre tanto, estableció otro aspecto importante que hay que tener en cuenta a la hora de plantearse una restauración de la URSS tal y como la conocemos, poniendo en evidencia que «en todas estas repúblicas post-soviéticas ya se ha formado una nueva generación, para la cual la Unión Soviética y la vida en general en el marco de un solo Estado es historia».

«Las directivas correspondientes se llevan a cabo a través de los medios de comunicación, a través del sistema educativo, etc. En algún lugar esto es más claramente visible, como, por ejemplo, en Ucrania, pero también en otros estados, incluso si no tiene una naturaleza tan claramente expresada de propaganda antirrusa, pero aún así, la dirección de estas actitudes ideológicas es casi la misma». indicó el politólogo ruso.

Martinov destacó que aunque la persepectiva va encaminada a integrar una vez más a las 15 repúblicas, su base filosófica puede que no sea una «ideología vertical» que cubra a todos, sin embargo, «seguiremos viviendo juntos, y eso debe fomentar la idea de una dinámica, sustentable y lo principal es el desarrollo seguro, en primer lugar estamos hablando de la economía, el desarrollo económico y sociocultural».

En opinión de los analistas, la experiencia negativa de los últimos 29 años sin la URSS está impulsando nuevamente la integración de las ex-repúblicas, e indicaron que, si en un principio las élites nacionales de los estados independientes les parecía mucho más fácil, manteniendo los subsidios del centro federal, los precios baratos y los mercados abiertos, etc., lo cierto es que «la realidad resultó ser más que dura, más que cruel», remarcó.

«No hay una sola persona sensata en el espacio postsoviético que diría que la disolución de la URSS es buena, y que vivir de forma independiente y separada y, lo más importante, sin Rusia, es bueno. Por supuesto, esto es malo. Todos sufren, todos están preocupados, durante 25 años ha habido una gran cantidad de tragedias humanas, muertes, familias desgarradas, niños por nacer, etc.», indicó Martynov.

12720cookie-checkNinguna de las ex repúblicas soviéticas alcanzó su nivel de desarrollo anterior a 1990 excepto Rusia

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